Roy Orbison, nacido como Roy Kelton Orbison el 23 de abril de 1936 en Vernon, Texas, es una de las voces más emblemáticas y emotivas en la historia del rock and roll.

Su música, cargada de melancolía y vulnerabilidad, ha tocado los corazones de millones alrededor del mundo.

Sin embargo, detrás de esa voz inconfundible y sus gafas oscuras, se escondía una vida marcada por tragedias profundas y un sufrimiento que pocos conocían.

Después de décadas de especulación y misterio, la verdad sobre su vida ha salido a la luz, y no es la historia reconfortante que muchos esperaban.

Roy creció en una familia trabajadora durante los últimos años de la Gran Depresión.

Desde muy pequeño se sintió atraído por la música: recibió su primera guitarra a los seis años y a los ocho ya actuaba en la radio local.

Sus padres lo alentaron a seguir su pasión, y la música se convirtió para él en un refugio y una forma de expresar emociones que en su vida cotidiana permanecían silenciadas.

Sus influencias tempranas fueron leyendas de la música country como Hank Williams, vocalistas pop como Bing Crosby y la música góspel sureña.

Durante su adolescencia, formó su primera banda, los Wink Westerners, y comenzó a pulir sus habilidades como compositor y cantante.

Su gran oportunidad llegó a finales de los años 50, cuando firmó con Sun Records, el mismo sello que lanzó a Elvis Presley y Johnny Cash.

Sin embargo, fue con Monument Records en los años 60, bajo la producción de Fred Foster, cuando Roy encontró su voz artística definitiva.

Su rango vocal de tres octavas y su estilo único que mezclaba rock, pop, country y música clásica lo distinguieron.

Canciones como *Only the Lonely*, *Crying*, *Running Scared* y *In Dreams* mostraron una profunda vulnerabilidad y un sentimiento de desamor que resonó con el público.

Su éxito más icónico, *Oh, Pretty Woman* (1964), combinó melancolía con un toque de arrogancia, consolidándolo como una estrella internacional.

A pesar de su éxito, la vida personal de Roy estuvo marcada por tragedias desgarradoras.

En 1957 se casó con Claudette Frady, su amor de juventud, con quien tuvo tres hijos.

Sin embargo, en 1966 Claudette murió en un accidente de motocicleta, dejando a Roy devastado.

Dos años después, en 1968, mientras Roy estaba de gira en Inglaterra, un incendio en su casa en Tennessee acabó con la vida de sus dos hijos mayores, Roy Dwayne y Anthony King.

Su hijo menor, Wesley, sobrevivió porque estaba con sus abuelos en ese momento.

Esta doble tragedia marcó profundamente a Orbison, quien se retiró temporalmente de la música para enfrentar su dolor.

En 1969, Roy se casó con Barbara Jacobs, una ejecutiva musical alemana que se convirtió en su apoyo emocional y profesional.

Juntos tuvieron dos hijos más, Roy Kelton Orbison Jr. y Alexander Orbison, quienes más tarde se encargarían de preservar el legado de su padre.

En los años 80, Orbison experimentó un renacer artístico, impulsado por una nueva generación de músicos que lo citaban como influencia.

En 1987 fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll y del Salón de la Fama de Compositores, con elogios de Bruce Springsteen y Bob Dylan.

Además, formó parte del supergrupo Traveling Wilburys junto a Tom Petty, George Harrison, Jeff Lynne y Bob Dylan.

Su álbum debut fue un éxito crítico y comercial, y su voz volvió a brillar en canciones como *Handle with Care*.

Aunque su voz era su mayor tesoro, investigaciones recientes han revelado que su tono único pudo haber tenido un precio muy alto.

Documentos médicos indican que, durante su adolescencia, Roy se sometió a cirugías experimentales en los senos nasales para corregir problemas respiratorios.

Estas intervenciones, realizadas en una época con poca ética médica, podrían haber alterado la estructura vocal, dándole ese rango casi sobrenatural que lo hizo famoso.

Sin embargo, estas cirugías también le causaron dolor crónico y migrañas, afectando su salud física y mental y contribuyendo a su naturaleza retraída.

Los diarios privados de Roy Orbison, ahora parcialmente publicados, revelan un hombre profundamente afectado por su sufrimiento.

A pesar de su imagen pública estoica, luchaba con una dependencia creciente a medicamentos prescritos para sobrellevar el dolor emocional y físico.

En varios momentos contempló abandonar la música o incluso terminar con su vida.

Su regreso triunfal en los 80, aunque celebrado, fue también un periodo de agotamiento extremo y problemas cardíacos no tratados.

Roy Orbison falleció repentinamente en 1988 a los 52 años, víctima de un ataque al corazón.

Para quienes lo conocían en profundidad, su muerte fue el desenlace trágico de una vida marcada por pérdidas y sufrimiento acumulado.

Tras su muerte, sus hijos y su esposa Barbara se dedicaron a preservar su legado musical.

En 2014, se lanzó una edición especial de su último álbum *Mystery Girl*, incluyendo una demo inédita completada por sus hijos, que mostró el alcance atemporal de su arte.

El misterio que rodeó la vida de Roy Orbison no era solo sobre su enigmática personalidad o su trágico destino, sino sobre cómo un hombre pudo transformar un dolor tan profundo en música que tocó almas en todo el mundo.

Su voz, sus letras y su imagen eran más que una marca artística; eran un grito silencioso de ayuda, un reflejo de un hombre que vivió sus canciones y que, a través de ellas, encontró una forma de resistencia y expresión.

Hoy, al recordar a Roy Orbison, no solo celebramos sus éxitos y su influencia en la música, sino también reconocemos la complejidad humana detrás del artista: un hombre que entregó su alma a la canción mientras luchaba por mantener la suya intacta.

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